domingo, 17 de noviembre de 2013

"Los santos inocentes" (1984): soberbio retrato de la España profunda

Extremadura, años 60. Paco el Bajo vive en un cortijo con su mujer Régula, sus tres hijos -de los cuales, la menor es deficiente mental- y su cuñado Azarías. Sus vidas se reducen prácticamente a la servidumbre y, de este modo, admiten los abusos de poder de la burguesía terrateniente. La abnegación de Paco es especialmente singular, ya que tolera que su condición humana sea equiparada con las labores de un perro de caza. De ese modo, va convirtiéndose en compañero inseparable del señorito Iván, que lo utiliza caprichosamente para sus cacerías. Sin embargo, las limitaciones psíquicas de Azarías actúan de forma más contundente contra la desigualdad social cuando éste ahorca a Iván después de que el cruel señorito haya matado a un ave que el primero amaestraba con cariño. Esta es la sinopsis, en pocas líneas, de una de las películas más conocidas de la filmografía española.


Tras el extraordinario éxito de público que tuvo su versión cinematográfica de La colmena -premiada con el Oso de Oro en el Festival de Berlín de 1983-, Mario Camus propuso al productor Julián Mateos la adaptación de la novela Los santos inocentes, escrita por Miguel Delibes. Afortunadamente, los derechos sobre la filmación de la obra estaban disponibles y ambos, productor y director, decidieron entrevistarse con Delibes para tratar la cuestión. No obstante, el escritor se quedó sorprendido ante la idea porque consideraba que su libro era casi inadaptable.

Antonio Larreta y Manuel Matji redactaron un primer esbozo del guión y focalizaron la acción desde cuatro puntos de vista diferentes basándose en el personaje que, en cada momento, presidía la acción: Quirce, Nieves, Paco el Bajo y Azarías. Posteriormente, Camus halló la manera de unir todos los episodios a través de un nexo común: la visita de Quirce a su hermana, sus padres y su tío aprovechando un permiso en el servicio militar. Esta excusa argumental contribuyó a crear una segunda línea temporal en el relato, ubicando su punto de partida en un presente posterior a la época en que tiene lugar la historia narrada en los cuatro flashbacks .

El especialista Juan Carlos Frugone ha resumido, con enorme acierto, las cualidades que han hecho de Los santos inocentes una de las obras maestras del Cine Español posfranquista: "Rodeado de su equipo habitual, un equipo al cual él hace responsable o co-partícipe de todos sus aciertos, Camus pone en pie su obra más redonda. Nuevamente el artesano y el creador se inspiran mutuamente para ofrecer una lectura fácil de un texto difícil, para dar una película sólida en base a un entretejido sutil, casi inapresable. La maestría de Camus está presente en cada plano, en cada frase, en cada silencio del film" (2).

La estructura narrativa y los recursos fílmicos que emplea el realizador cántabro se compenetran muy estrechamente, ofreciendo como resultado un retrato sobrio de la España profunda en su periodo de posguerra. La temática central es la problemática del campesinado sometido durante los años sesenta, destacando sobremanera las relaciones de dependencia y sumisión. A pesar de todo lo dicho hasta ahora, estas relaciones no se producen exclusivamente entre criados y amos, ya que por encima de éstos últimos se halla la figura del administrador, que está en la cúspide de la jerarquía social. A este respecto, son muy reveladoras las palabras que pronuncia el personaje del señorito Iván, encarnado de manera notable por el actor Juan Diego: "Todos tenemos que aceptar una jerarquía: unos abajo y otros arriba. Es ley de vida" .


Por lo tanto, estas relaciones de dominación afectan a todos en esta raigambre social que aún hoy en día sorprende al espectador por la memoria reciente de estos hechos históricos. La explotación de los pobres en un contexto de crisis económica como el de la posguerra española resulta desagradable no sólo por su propia naturaleza, sino también por la proximidad de estos sucesos en el tiempo. La imagen que Camus y Delibes ofrecen en sus respectivas obras -película y novela- de una España tan mísera e injusta se acentúa con la sensación de que, en el fondo, ambos creadores están llamando la atención sobre una realidad cultural que se remonta a poco menos de medio siglo atrás en la reciente historia del país. Sin embargo, la conciencia del dominio infligido sobre las clases bajas no pasa desapercibida para quienes la componen, como bien ilustra el crítico José Luis Sánchez Noriega en su ensayo sobre la obra de Mario Camus:

"La sumisión aparece reiterada en acciones que muestran el servilismo de los criados hacia los amos. Ello no significa que los criados no sean conscientes en absoluto de los abusos o de las condiciones en que viven, como vemos en el personaje de Régula, que no acepta la injusticia de que su hermano Azarías haya sido expulsado de La Jara y se niega a internarle en un asilo. Por otra parte, apenas hay despotismo en el trato que reciben los criados, más bien se trata de un paternalismo en el que la dominación de clase es un presupuesto 'natural', una herencia histórica que aún no ha sido puesta en cuestión" (3).

Esta noción de herencia histórica resume la situación que mediatiza la actitud de los personajes y, a su vez, justifica comportamientos tan inhumanos como el trato que el señorito Iván dispensa a Paco el Bajo. En las postrimerías del film, Camus plantea incluso el ingreso de Azarías en un centro psiquiátrico como ejemplo de aquello de lo que eran capaces las autoridades del régimen franquista con el propósito de poner freno a la rebelión de las clases desfavorecidas, aún tratándose de la reacción lógica frente a una circunstancia de abuso.

Elementos como la precisa planificación y concepción formal que Camus otorga a la obra, acompañadas del subrayado musical a cargo de Antón García Abril y de las extraordinarias interpretaciones de Alfredo Landa y Francisco Rabal, convierten a Los santos inocentes en una película impresionante y de difícil recepción para el público sensible a imágenes que puedan herir su sensibilidad.

Es por ello que esta obra de Mario Camus ha pasado a formar parte de las cintas más importantes de la Historia del Cine Español, tanto por su distribución mundial como por su categoría artística. En el Festival de Cannes de 1984, un jurado presidido por el actor británico Dirk Bogarde decidió conceder el Premio de interpretación masculina, ex-aequo , a los dos principales protagonistas de la película (Landa y Rabal). Desafortunadamente, la Academia de Cine prefirió enviar el film Sesión continua (1984), escrito y dirigido por José Luis Garci, para representar a nuestro país en la ceremonia de los Óscar. De no ser así, es muy probable que Camus se hubiera podido alzar con la estatuilla de Hollywood, demostrando la capacidad creativa de nuestros cineastas y el enorme partido que se puede extraer a la historia más oscura de todo país.

Carlos Giménez Soria
Revista "Paralelo Sur".

1 - J.M. Caparrós Lera, La Pantalla Popular. El cine español durante el Gobierno de la derecha (1996-2003) , Akal, Madrid, 2005, pág. 181.
2 - J.C. Frugone, Oficio de gente humilde. Mario Camus , Semana de Cine de Valladolid, Valladolid, 1984, pág. 132.
3 - J.L. Sánchez Noriega, Mario Camus , Cátedra, Madrid, 1998, pág. 255.

No hay comentarios: