domingo, 15 de septiembre de 2013

Ciclo "José A. Martínez Suárez, un hombre hecho de cine"

A poco de comenzar una nueva edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata que él dirige, de cumplir sus jóvenes y vitales 88 años y de la presentación de un libro sobre su figura, damos comienzo a un ciclo en el que repasaremos todos los largometrajes de José A. Martínez Suárez, amigo del Cineclub La Rosa y Socio Honorario de la Biblioteca Carlos Sánchez Viamonte.


UN HOMBRE HECHO DE CINE
José Martínez Suárez nació en la Prov. de Santa Fe. Más exactamente, en Villa Cañás, “un pueblo agrícola-ganadero, pampa gringa e hispana”, como le gusta definirlo.

Y fue en su Villa Cañás, con la complicidad de una sala a oscuras y una pantalla blanca delante, donde el celuloide se metió en su sangre.

Los Martínez Suárez vivían enfrente de una de las tres salas cinematográficas que había en el pueblo, y ese era su ámbito preferido y natural de juegos. Una época en la que -como él mismo recuerda- las películas no se elegían. Uno iba al cine. Pero no sólo en su pueblo. En todo el país ocurría lo mismo. La gente iba al cine. Se preparaba, se vestía para ir al cine. Algo cercano a un ritual.


Ese pibe se hizo adolescente y ya en Buenos Aires, junto a su madre y sus hermanas, que hacían sus pininos como actrices, entró un día, cándido, discreto y temeroso a un estudio cinematográfico. A partir de entonces, pedía, insistía, imploraba que le permitieran acompañarlas porque eso significaba el pasaporte para poder estar en un set y ver todo por dentro.

Fue así como comenzó a oficiar de “oyente” en Lumiton. Posteriormente trabajó mucho como asistente de Mario Lugones, para continuar con otros realizadores, que como él mismo asegura “fueron maestros todos, de una u otra forma”. La sola enunciación de esos nombres hace que de ninguna manera podamos desmentirlo: Manuel Romero, Carlos Hugo Christensen, Carlos Borcosque, Daniel Tinayre, Kurt Land, Enrique Cahen Salaberry, Augusto César Vatteone, Antonio Ber Ciani, Leopoldo Torre Nilsson.

Pero José Martínez Suárez era un director predestinado. En una palabra: un director nato. Su vocación había atravesado por andariveles diversos dentro del cine pero su destino estaba signado: tenía que dirigir. Y un día irrumpió con una curiosidad:El crack, una película popular que, sin embargo, se sumergía en una realidad social que denunciaba zonas de miseria de una pasión argentina: el futbol. Vino despuésDar la cara, considerada al igual que otras expresiones surgidas para la misma época, como típicamente representativa de lo que los historiadores denominaron “Nuevo Cine Argentino”, hasta que alguien se dio cuenta de que cada tanto, inevitablemente hay un Nuevo Cine Argentino y optaron por caraturarlo como “la generación del 60”. Un movimiento que se inició con los cortometrajistas independientes de finales de los cincuenta y culminó en 1966, con el golpe de estado de ese año, que modificó las reglas del juego y puso fin a una etapa cultural, recomenzada luego bajo otro signo: el de la producción clandestina y la irrupción de nuevos realizadores.

La Generación del 60 tuvo una vida efímera, es verdad, pero dejó sentada una estética no transitada hasta allí por el cine argentino: un nuevo cauce expresivo sustentado fundamentalmente sobre el flanco crítico y la reflexión acerca de la época y sus relaciones con la gente. Y así, sin tener conciencia y junto a Manuel Antín, Lautaro Murúa, Simón Feldman, Enrique Dawi, Rodolfo Kuhn, Ricardo Alventosa y David Kohon, entre otros, José pasó a formar parte de aquel movimiento innovador.

El director siguió filmando: el episodio La salamanca de Viaje de una noche de verano (denostada por el mismo realizador, lo cual renueva inevitablemente el interés por su visión); Los chantas, donde un grupo de perdedores -muy al estilo de Los desconocidos de siempre de Mario Monicelli- prepara un gran golpe que, sin duda, terminará en fracaso; Los muchachos de antes no usaban arsénico, inevitable referencia de inquietante humor negro en el cine argentino, con un diálogo brillante y pocos medios, mucha técnica (Tito Ribero y Miguel Rodríguez incluidos) y gran imaginación. Hasta llegar a Noches sin lunas ni soles, calificada por Edgardo Cozarinsky como “El mejor film noir argentino”.

Pero José tenía “de nascencia”, como dicen en España, la certeza de que estaba ligado a un deber. Y que serían pocos los años de una vida, por larga que fuera, para cumplir con él. Ese deber era la docencia. Trabajar a diario con los jóvenes, y siempre, encendido de amor a esta profesión, seguir filmando a través de ellos. Darles no sólo formación técnica sino insuflarlos de una posición humanística. Despojarlos de la vanidad, de la envidia. Que sean buenas personas. Porque esa, en definitiva, es la función última y más elevada de un maestro. Desde que la decisión fue tomada, la docencia pasó a ser para José una forma más de dar y transmitir que de enseñar. Y para los que fuimos y somos sus alumnos, sus clases implican un pleno regocijo para el espíritu, por todo lo que sabe, por todo lo que dice, por lo que no dice, por su humor indeclinable, por sus chispeantes ocurrencias: en definitiva, por todo lo que da siempre en forma generosa y solidaria. Y dar como lo hace José Martínez Suárez no es poco en esta época de prevalencia del egoísmo y la individualidad.

En esos encuentros de vida, José se nos aparece algunas veces enigmático, otras cabrón, otras reflexivo, otras sutil, a veces incisivo, pero joven siempre. Tanto, como para asumir desde 2008 la presidencia del Festival de Mar del Plata y no para que su nombre “adorne” ese acontecimiento cinematográfico sino para erigirse en mucho más que el presidente de un Festival, es decir, para constituirse en un hombre que está en todo, arregla todo y da la cara por todo.

Un hombre joven, decíamos. Más joven que todos nosotros a la hora apasionada de la polémica (ensalsando hasta la hipérbole a esa película o denostando a aquella otra hasta el nivel más bajo, por ejemplo). Joven diciendo sus verdades, muchas veces crudas. Joven ante el esfuerzo inclaudicable del trabajo. Joven porque la suya es siempre una voz tonante denunciando injusticias. Joven, manteniendo en alto el estandarte quijotesco que lo hace luchar utópica, fervorosamente, por lo que entiende bueno, noble y justo.


José Martínez Suárez, viviendo en juventud, sigue siendo aquel muchachito de pantalones cortos que un día entró cándido, discreto y temeroso a un estudio cinematográfico. Aquel mismo que pretende seguir aprendiendo, que intenta volcar lo que sabe en los demás, y que quiere seguir estando hasta el último segundo de su vida, cerca del mundo maravilloso de las películas. Ese fue, ese es ahora y ese seguirá siendo. Nada ha cambiado.

Cierta vez vez me dijo: “Estoy hecho de cine y lo hago porque me preocupa aclararme y aclarar”. Y así transcurre su vida: aclarando, o mejor, iluminándose e iluminándonos.

Los que de alguna manera tenemos que ver con él, lo sabemos.

Mario Gallina
Especial para Cineclub La Rosa
www.mariogallina.blogspot.com.ar


Miércoles 25 de septiembre - 20:30 horas
EL CRACK
(Idem, Argentina, 1960, blanco y negro, 81 minutos)
Dirección: José Martínez Suárez.
Elenco: Jorge Salcedo, Aída Luz, Marcos Zucker, Domingo Sapelli, Carlos Rivas, Enrique Kossi, Fernando Iglesias, Osvaldo Castro, Claudia Laforgue, José Manuel Moreno, Víctor Martucci, Mirko Alvarez, Pedro Desio, José María Muñoz, Pacheco Fernández, Armando Lopardo, Pablo Cumo, André Norevó, Orlando Bohr, Francisco Martino, Paride Grandi, Antonio Pérez Tersol, Juan R. Lizzio, Antonio Salcedo, Cassandra Greys y Pipo Mancera.

El mundo del negocio turbio alrededor del fútbol, contado desde la esperanza de un juvenil que puede triunfar en Primera. En el camino del crack, nadie queda excepto de los manejos de la esperanza y expectativas que genera el muchacho. La ópera prima de Martínez Suárez, como todas sus películas, sigue teniendo plena vigencia.

Junto al cortometraje
ESTA NOCHE GRABAN LOS DIXIELANDERS
(Idem, Argentina, 1957, blanco y negro)

El grupo de jazz interpreta el tema Ain't she sweet? en un auténtico videoclip de época.


Sábado 28 de septiembre - 20 horas
Jornada "Bibliotecas a puertas abiertas"
DAR LA CARA
(Idem, Argentina, 1962, blanco y negro, 111 minutos)
Dirección: José A. Martínez Suárez
Elenco: Leonardo Favio, Lautaro Murúa, Nuria Torray, Luis Medina Castro, Pablo Moret, Ubaldo Martínez, Daniel de Alvarado, Raúl Parini y Dora Baret.

Tres muchachos de diversa extracción social terminan el servicio militar y deben enfrentar la compleja realidad argentina, siempre en crisis, de los años '60.


Miércoles 9 de octubre - 20:30 horas
LOS CHANTAS
(Idem, Argentina, 1975, color, 121 minutos)
Dirección: José A. Martínez Suárez.
Elenco: Norberto Aroldi, Olinda Bozán, Alicia Bruzzo, María Concepción César, Elsa Daniel, Cacho Espíndola, Juana Hidalgo, Ángel Magaña, Lautaro Murúa, Héctor Pellegrini, Jorge Salcedo, Darío Víttori, Tincho Zabala y Ringo Bonavena.

La historia de un grupo de ladrones de gallinas siempre en la búsqueda de un golpe que los saque de perdedores. Un elenco de lujo para dieciseis personajes y un guión impecable coescrito entre Martínez Suárez y Augusto Giustozzi, "Gius".


Miércoles 23 de octubre - 20:30 horas
LOS MUCHACHOS DE ANTES NO USABAN ARSÉNICO
(Idem, Argentina, 1976, color, 90 minutos)
Dirección: José A. Martínez Suárez
Elenco: Narciso Ibáñez Menta, Bárbara Mujica, Mecha Ortiz, Arturo García Buhr y Mario Soffici.

Una estrella retirada, su ex administrador, su ex médico, su ex marido, y la posible venta de la casa en la que viven en el Tigre. Memorables actuaciones y un humor negro delicioso.


Miércoles 30 de octubre - 20:30 horas
NOCHES SIN LUNAS NI SOLES
(Idem, Argentina, 1984, color, 97 minutos)
Dirección: José A. Martínez Suárez
Elenco: Alberto de Mendoza, Luisina Brando, Lautaro Murúa, Arturo Maly, Cacho Espíndola, Boy Olmi, Guillermo Battaglia, José María Gutiérrez, Diana Ingro, Rudy Chernicoff y Eva Franco.

Excelentes actuaciones, un sólido guión y una realización magistral hacen de esta película uno de los mejores policiales del cine argentino, la última película de Martínez Suárez.

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